POSTGRADOMANÍA: CLAVES PARA UNA ELECCIÓN INTELIGENTE EN EL ENRIQUECIMIENTO PROFESIONAL

• En un mundo donde la oferta de postgrados es vasta y tentadora, la decisión de embarcarse en uno no debería tomarse a la ligera. Más allá de la moda de acumular títulos, es esencial reflexionar sobre el verdadero propósito de cursar un postgrado y determinar el momento óptimo para hacerlo. Este artículo explora la importancia de enriquecer nuestro perfil profesional mediante la formación avanzada, destacando la necesidad de discernimiento en medio de la avalancha de opciones.

Por: Mauricio Gutiérrez Fernández^[1]

¿Qué tan variada es la oferta de postgrados actualmente? Si revisamos las ofertas académicas, si preguntamos a quien esté llevando algún postgrado o si curioseamos un poco en las páginas web de escuelas y universidades, probablemente el resultado sea un número bastante alto de opciones variadas en enfoque, calidad y precio. Claramente, la oferta es una de las mayores que hemos tenido nunca y esto obedece a que cada vez más gente busca un postgrado que enriquezca su perfil profesional. Sin embargo, acá encuentro una palabra clave en la elección: enriquecer.

¿Para que llevamos un postgrado? ¿Por qué escogemos alguno en particular y descartamos otras opciones? ¿Qué tan difícil nos resulta tomar la decisión? Cada uno de nosotros tiene una respuesta diferente, aunque, en el fondo, todo obedece a la necesidad de complementar nuestros conocimientos académicos para enfrentarnos responsabilidades mayores y, consecuentemente, tener un perfil profesional más atractivo. Sin embargo, ya desde hace varios años se percibe en algunas personas una postgradomanía que, a mi entender, desvirtúa la verdadera utilidad de complementar los conocimientos. A veces, me queda la sensación de que hay quienes llevan un postgrado para sumar un cartón más que conocimientos.

¿Es necesario llevar un postgrado? Pienso que sí. ¿Es necesario llevarlo cuando tengo poca experiencia laboral? Depende. Si es una maestría, pienso que no. Y no sólo es innecesario, tampoco es recomendable. Las maestrías requieren que el profesional cuente con horas de vuelo que le permitan trabajar en la práctica lo enseñado -y no enseñado- en las aulas. Es importante haber vivido el trabajo en carne propia porque, una vez que el músculo de la experiencia alcanza cierta madurez, podemos fortalecerlo con más conocimientos que lo sigan nutriendo. Si es un diplomado o un curso corto, la poca experiencia no necesariamente es un obstáculo porque estos pueden complementar conocimientos menos avanzados. En el fondo, es vital entender el grado de profundidad del postgrado para definir en qué momento es más sustancioso llevarlo.

Ahora, todos entendemos la importancia del postgrado; pero, si no mantenemos una mirada crítica, nos dejaremos inocular el bichito de la postgradomanía que nos dice que hay que llevar más y más postgrados porque todo suma. Está bien buscar el aprendizaje constante, pero no porque la oferta académica sea amplia, quiere decir que todo producto es bueno o necesario.  Quien guía nuestro aprendizaje somos nosotros mismos y siempre hacia un objetivo concreto. Así, no todos debemos llevar, por ejemplo, un MBA si no suma a nuestro objetivo. Pero, la sensación generalizada es que un MBA es el postgrado indispensable. No lo es. Tampoco me parece recomendable dejarse seducir por los abundantes cursos cortos, talleres o programas específicos que cuestan caro porque abarcan temas de moda y tienen alta demanda. Recordemos que ni lo más costoso ni lo más solicitado es necesariamente es lo mejor.

En conclusión, si bien un postgrado es importante, hay momentos óptimos para llevarlo. A pesar del bombardeo publicitario y de la competencia del mercado, conviene identificar el momento en el que estamos listos para sacarle provecho. Esto es parte de planificar inteligentemente nuestro desarrollo. Hago hincapié en la necesidad de investigar los productos académicos con los que nos bombardean para escoger la opción que realmente nos genere valor. A no creerle tanto al bombardeo publicitario.

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[1] Psicólogo consejero en empleabilidad y marca personal