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ÁRBOLES Y CALIDAD DE VIDA: ANALIZANDO SU “PODER VERDE” EN ÁREAS URBANAS
Por: Sandor Lukacs de Pereny, Ph.D.[1]
Ante un crecimiento urbano desbordado en conjunción con sostenidas alteraciones en los patrones de calor sumados al efecto refractor del concreto en las grandes urbes, la expansión de las áreas verdes urbanas surge como una solución prioritaria. En el presente artículo echamos un vistazo a los beneficios de las áreas verdes en contextos urbanos y a la situación global de ciudades pioneras en esta materia para luego explorar los esfuerzos y desafíos a nivel nacional. Específicamente analizaremos la cobertura arbórea en Lima metropolitana y de la región de La Libertad, reiterando la urgencia de incrementar su necesaria presencia en nuestras ciudades.
De acuerdo con perspectivas vinculadas a los cambios de patrones climáticos atribuidos exclusivamente a la quema de combustibles fósiles (es decir, cambio climático antropogénico), diversos especialistas han volteado su mirada hacia la siembra de árboles urbanos. Según sostienen, estos juegan un papel clave pues arguyen que los árboles fungen de sumideros de carbono. Sin embargo, un estudio internacional llevado a cabo con especialistas de universidad de Picardía Jules Verne reveló que alrededor del 60% de especies arbóreas urbanas están amenazadas por el aumento de temperaturas y disminución de las precipitaciones y se espera un aumento del 72% para el 2050. Dicha investigación evaluó a más de 3,000 especies en aproximadamente 160 ciudades de 78 países. Concluyeron que resulta de suma urgencia adoptar estrategias para la selección y plantación de especies más resistentes al cambio climático. En similar tenor, los hallazgos de investigaciones llevadas a cabo por el Instituto de Ciencias Atmosféricas y del Clima de Zúrich y el Instituto de Salud Global de Barcelona recomiendan incrementar la cobertura arbórea al 30% en las ciudades. Aducen que esto podría traducirse en una reducción significativa de las muertes estivales, especialmente de personas mayores o aquellas pertenecientes a grupos de riesgo.
Acerca de la importancia de los árboles y espacios verdes
La siembra de árboles y espacios verdes se posiciona como una estrategia multifacética prioritaria para un desarrollo urbano sostenible. En efecto, al contrarrestar las islas de calor, los árboles disminuyen efectivamente la temperatura de superficies y el aire circundante. En consecuencia, aportan significativamente a la absorción de dióxido de carbono y la consiguiente liberación de oxígeno. Además, esta acción mejora la calidad del aire mediante el filtrado de contaminantes y polvo, beneficiando así la salud respiratoria de la población. Otro dato importante es que clave es que los espacios verdes proporcionan hábitat y alimento para la vida silvestre, enriqueciendo y promoviendo la biodiversidad urbana.
Por otro lado, los árboles también contribuyen a la reducción del consumo de energía al ofrecer sombra y disminuir la dependencia del aire acondicionado. De forma sorprendente, permiten una gestión cíclica del agua de lluvia reduciendo el riesgo de inundaciones urbanas. Complementariamente, diversos estudios señalan que las áreas verdes tienen un impacto positivo en la salud mental y el bienestar general de las personas al reducir el estrés e incitar a la actividad física. Debemos añadir a tan larga lista el factor estético y consecuente revaloración de las áreas urbanas, mismas que se ven incrementadas considerablemente en relación a su precio por metro cuadrado. Este último punto está vinculado a una mayor cohesión comunitaria a través de proyectos de plantación colectiva en aras de mejorar los espacios públicos compartidos para beneficio colectivo.
Esencialmente, los árboles preservan los suelos y previenen la erosión, contribuyendo en algunos casos a la seguridad alimentaria mediante la plantación de árboles frutales tanto en contextos urbanos y rurales. En este punto queremos comentar que una serie de investigaciones realizadas por el Instituto de Ciencias Atmosféricas y del Clima, ETH Zúrich han demostrado que la plantación de árboles en el entorno urbano puede resultar en una disminución de hasta 12°C en las temperaturas del suelo durante el verano. Este efecto de enfriamiento es capital para combatir el sobrecalentamiento citadino. En ese sentido, diversas ciudades europeas son hoy pioneras en el tema de sembrado y cuidado de áreas verdes.
Una mirada a las áreas verdes en el contexto urbano europeo
A continuación, procederemos a dimensionar el estado de las grandes ciudades del mundo pioneras en materia de sembrado y cuidado de árboles y áreas verdes.
Para empezar, tenemos a la ciudad Berlín, un hermoso ejemplo urbano que emerge como líder verde en el viejo continente. La capital teutona cuenta con un increíble 33% de cobertura urbana compuesta por árboles en comparación con otras 90 ciudades europeas mapeadas. Ahora bien, esta cifra contrasta con las españolas Madrid y Barcelona cuya cobertura promedio no supera el 10%. Ya en el extremo inferior destacan las rezagadas urbes como Atenas, Copenhague y/o Estocolmo con mucho menor plantío.
¿Y cuán verde es la actual Ciudad de Los Reyes?
Lima Metropolitana, otrora conocida como “La Ciudad de los Reyes”, se enfrenta a un desafío crítico contemporáneo debido a su ubicación desértica y prevalente estrés hídrico. Por ejemplo, el Senamhi ha proyectado que las temperaturas en la ciudad capital este año podrían superar los 31°C en este y próximos veranos. Otra variable preponderante es el recurrente fenómeno de El Niño acompasado por el avance del cambio climático (sea este antropogénico, por ciclos naturales, o una combinación de ambos). Todos estos factores de forma orquestada podrían llevar a un incremento promedio de temperatura de 3°C adicionales para 2050 según pronostican cierto grupo de científicos del IPCC.
El asfalto y áreas de concreto (que componen gran parte del paisaje urbano de Lima), son otros grandes factores pues retienen y refractan hasta el 90% del calor absorbido, incrementando así la sensación térmica. Como resultado, nos enfrentamos a un tan exacerbado, como famoso y detestado, bochorno nocturno.
De forma agregada, esta escalada térmica cíclica intensifica las olas de calor potenciando riesgos de hasta un 85% de muerte en adultos mayores (no obstante, es importante acotar que, comparativamente hablando, son las temperaturas frías las que causan mayores muertes en el mundo). Ello se manifiesta vía la aparición de islas de calor que elevan las temperaturas urbanas debido a la escasa cobertura arbórea y prevalencia de superficies de asfalto y concreto.
Precisamente, hablando en términos “concretos”, Lima cuenta con una dotación de apenas 3.7 metros cuadrados de área verde por persona; esto la sitúa lejos de los 9 metros cuadrados recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Sin duda, un déficit significativo en proliferación verde. Tal desbalance, además de agravar las condiciones térmicas urbanas, también disminuye la calidad de vida de sus habitantes.
Cabe resaltar que la capacidad de Lima para expandir sus áreas verdes se ve fuertemente obstaculizada por limitaciones en la conectividad en las redes de agua y el enorme costo asociado al consumo de este recurso. Como resultado, vemos los contrastes entre distritos más verdes como Surco, San Borja, Miraflores o San Isidro versus sus pares bastante menos verdes como Breña, Pucusana, San Juan de Miraflores y Ventanilla. Dicho en simple, Lima cuenta con un árbol por cada 31 personas. En este contexto, nos preguntamos, ¿cuál es el estado “verde” de otras regiones del país? Proponemos pues, examinar a la región La Libertad.
Región La Libertad: balance macro de sus áreas verdes
En un estudio -publicado hace ya casi una década atrás- se analizó el marco del proceso de “Zonificación Ecológica Económica (ZEE).” Dicho estudio se llevó a cabo en la provincia de Trujillo, región La Libertad. El informe brindó una detallada clasificación de zonas de vida basándose en el sistema de Holdridge. Este análisis reveló la existencia de ocho distintas zonas de vida dentro de la provincia, cada una de ellas caracterizada por condiciones climáticas, de suelos y geomorfológicas únicas que definen la vegetación típica de cada zona. Bajo esta óptica macro es que procedemos a destacar las siguientes clasificaciones identificadas: Desierto desecado-Subtropical, el Desierto perárido-Montano Bajo Subtropical, Matorral desértico-Montano Bajo Subtropical, y varias formas de matorral desértico y estepa espinosa en rangos que van desde lo premontano tropical hasta lo montano bajo tropical.
Más específicamente, ya en la zona costera denominada Desierto desecado-Subtropical, la reforestación se concentró en especies endógenas como el “tamarix” (Tamarix gallica) y “huaranguillo” (Acacia horrida), estando ambas fuertemente adaptadas a las condiciones áridas de esta región. Mientras tanto, en áreas de mayor altitud (hablamos del límite con la provincia de Otuzco), se optó por el “eucalipto” (Eucalyptus globulus) cuyo objetivo era preservar el suelo para reforestación o potencial uso agrícola. Esta zonificación permitió una gestión ambiental-económica más eficiente de los recursos naturales de la provincia de Trujillo cimentadas en el racional de la conservación y el aprovechamiento sostenible de la diversidad ecológica regional.
La Ciudad de la Eterna Primavera (y sus áreas verdes)
Según un estudio realizado en 2012, se resaltó la evolución de las áreas verdes en el distrito de Trujillo en el periodo 2009 – 2012. Ya en 2009, Trujillo disponía de 106 hectáreas de áreas verdes públicas, con un promedio de 3,52 m² de verde por habitante (versus los 3.7 m² de Lima y los 9 m² recomendados por la ONU). Para 2012, este promedio aumentó a 4,01 m² por habitante, lo que representa un incremento del 13,9% en la disponibilidad de áreas verdes por persona. Sin embargo, se observó una notable disminución del 65,4% en la siembra de árboles y una reducción del 36,7% en la tala comparado con el 2009. A pesar de la disminución en la siembra y tala, la extensión total de área verde igual creció un 5,5%, evidenciando una gestión de conservación de espacios verdes efectiva especialmente por parte de los centros educativos.
Otro interesante reporte titulado “Diagnóstico Ambiental e Indicadores de Trujillo” publicado en 2016 reveló que la capital liberteña contaba con 1,315,104.42 m² de áreas verdes, incluyendo parques, óvalos, plazuelas, y otros espacios (según data proporcionada por la Subgerencia de Áreas Verdes de la Municipalidad de Trujillo). En total, se tenían identificadas 488 áreas verdes distribuidas por toda la ciudad. Empero, la densidad de área verde por persona era de tan solo 3.04 m². Esta situación pone de relieve la necesidad urgente de expandir las zonas verdes para mejorar la calidad de vida urbana, conforme a las estrategias que se propusieron de cara al “Plan de Desarrollo Urbano de Trujillo Metropolitano 2012-2022.”
Por otro lado, un tercer -y más reciente estudio- de 2021, identificaba claramente las zonas de recreación urbana en el centro histórico, mismas que se hallan limitadas por dos espacios verdes: la plaza de armas (13,363 m²) y la plazuela el Recreo (4,569 m²), totalizando 17,932 m². Esto se traduce en aproximadamente 1.18 m² de área verde por persona, una proporción muy baja si tomamos en cuenta a los 15,143 residentes del centro histórico. Ante esta insuficiencia verde, el 46% de los encuestados indicó una percepción neutral hacia su impacto, a pesar de las bajas actividades físicas y problemas cardíacos o respiratorios asociados. Otro 29% reconoció que la falta de vegetación directamente contribuía a sus afecciones de salud, mientras que el 12% lo vinculaba a dolores de cabeza y migrañas. Cerrando el reporte, un 3% discrepó, y un 10% estaba de acuerdo que la escasez de áreas verdes afecta su bienestar, resaltando la necesidad crítica de más espacios verdes en la ciudad. En otras palabras, lo evidente era fomentar el sembrado de árboles urbanos a nivel nacional.
Minam y la “Cruzada Verde”
En respuesta a esos y otros impactantes datos, es que el Ministerio del Ambiente de Perú (Minam) ha subrayado la importancia crítica de sembrar más árboles en las ciudades como estrategia primordial para combatir el calentamiento urbano y mejorar la calidad de vida citadina. Se arguye que, ante las crecientes olas de calor, el fomento de áreas verdes y la implementación de plantaciones masivas representan soluciones a largo plazo para moderar las temperaturas ambientales, incluso reduciéndolas hasta en 2 grados Celsius.
Como indicáramos previamente, los árboles, además de actuar como purificadores del aire al absorber gases contaminantes, contribuyen significativamente a la biodiversidad proporcionando alimento y refugio a diversas especies, toda vez que reducen el ruido ambiental posibilitando entornos más serenos y saludables. De esta manera, el Minam hace un llamado a la población para que se involucre activamente en jornadas de forestación y reforestación, integrándose así a una gran Cruzada Verde, una iniciativa destinada a revitalizar y expandir el verdor en las zonas urbanas. Se busca también, invitar e involucrar a los gobiernos locales, regionales y centrales además del sector privado.
Consideraciones finales
Qué duda cabe del rol vitral de los árboles y espacios verdes, Sin embargo, queremos hacer tres precisiones.
Primero, plantar árboles conlleva a una serie de beneficios funcionales anteriormente abordados. No obstante, sembrar árboles y ser más “verde” no implica necesariamente una regeneración automática de ecosistemas. Esto último, para concretarse, requiere de la participación de especialistas en biología, ecólogos, ingenieros forestales y responsables logístico-operacionales que puedan restaurar y devolver a su origen primigenio a zonas que hayan sido afectadas por la intervención humana.
Segundo, sembrar no es lo mismo que mantener. Los árboles y áreas verdes conforman un sistema de vida que demanda mantenimiento y cuidados especiales. Puesto de otra forma, no debe ser “flor de un día” pues a veces iniciativas pomposas y bien intencionadas tienden a quedarse verdes.
Tercero, debe primar la mirada técnica por sobre la opinión netamente estética. Por ejemplo, especies como el huarango, jacaranda, o tecoma son variedades ideales para ciudades como Lima y Trujillo por sus características hídricas austeras y gran resistencia a fluctuaciones de calor.
Queremos finalizar este artículo invocando para este contexto a la inmortal “verde que te quiero verde” -frase icónica de la primera línea del “Romance Sonámbulo” de Federico García Lorca- a fin de recordar la esencia vital que los árboles aportan a nuestra existencia. Ellos son sinónimo de calidad de vida.
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[1]Profesor de los Programas en Sostenibilidad de ESAN Graduate School of Business.